lunes, 22 de septiembre de 2014

PEDRO DE LUCENA OLID

(SIGLO XV-XVI)

Noble. Diplomático.

Si hay un personaje de relevancia postergado en nuestra ciudad es este Pedro de Lucena Olid (al parecer, conde), y ello a pesar de dos hechos históricos de desigual trascendencia: uno político y otro religioso, aunque complementarios ambos como después veremos. Comenzaremos diciendo que sus apellidos de gran abolengo se forjan por el matrimonio de su antepasado Pedro Gil de Lucena con María de Olid. Casó con Elvira González Navarro y tuvo tres hijas. Dejemos para la ficción novelesca imaginarnos los primeros años de este noble andujareño, pues de ello nada sabemos, y vayamos a encontrarlo directamente como persona de confianza de los Reyes Católicos que le encargan ser el embajador de Castilla en la corte del rey francés Carlos VIII, cargo que desempeñará de 1483 a 1487. Es allí, en la corte francesa, donde nuestro personaje traba una estrecha relación con Francisco de Paula, fundador de la Orden Mínima, que moraba en tierras galas desde que fuera llamado allí por el antecesor del rey Carlos, Luis XI, impresionado por su fama de santidad. Al margen de discutir, seguramente, de cuestiones políticas (por aquel entonces se mantenía vivo el litigio entre Aragón y Francia por la presencia de ambas potencias europeas en Italia), avivó en el espíritu de Pedro de Lucena esa inclinación por la vida retirada que propugnaba el futuro San Francisco. 

San Francisco de Paula  (www.mínimas.org)
 
Pero, sin adentrarnos aún en el terreno estrictamente religioso, hemos de referirnos a un suceso que ocurrió en 1487 cuando, vuelto don Pedro de Francia, asiste al cerco de Málaga. Este hecho del final de la Reconquista se caracterizó por la crudeza del sitio, que duró seis meses y por las repercusiones que tuvo después para la población civil, condenada a la pena de muerte o a la esclavitud por los Reyes Católicos. Dicen las crónicas que, en un momento determinado, iban a desistir Isabel y Fernando de la conquista de Málaga, y que dicho extremo le fue comunicado por don Pedro a su amigo, el fraile mínimo. Desde Francia, el de Paula, preocupado por este retroceso en la difusión de la fe cristiana, envía a dos de sus hermanos de congregación para convencer al rey Fernando, mediante una carta escrita por el mismo santo, de que no levantara el sitio ya que en tres días Málaga caería en sus manos, como así fue. Agradecido, Fernando de Aragón, levantaría en el mismo sitio de la tienda real, una ermita, con el tiempo santuario, que tendría como titular a la Virgen de la Victoria, y mandó que los frailes mínimos recibieran el nombre en Castilla y Aragón de “frailes de Nuestra Señora de la Victoria”. Al frente de dicho santuario, fue nombrado superior fray Fernando Panduro, ayudante que había sido del embajador Lucena y que había entrado en la Orden Mínima tras su estancia en Francia. 



Santuario de la Virgen de la Victoria (www.andalucia.org)
 
Hasta aquí la relevancia política de nuestro biografiado. Pero en el terreno estrictamente religioso (si es que en la época se pueden disociar ambos) hay que aludir a que fue don Pedro el que trajo a la Orden Mínima a Andújar, cuando cedió unos terrenos con una ermita dedicada a Santa Elena, que poseía a las afueras de la ciudad, cerca del arroyo Tamujoso. Allí, el 26 de marzo de 1495 comenzarían con su vida retirada siete frailes, congregación que iría aumentando y que después se mudaría al edificio definitivo de la calle Jesús María, hoy desgraciadamente desaparecido.

Convento Mínimas de Andújar
Mayor relevancia tuvo el hecho de que el 11 de junio de ese mismo año de 1495, Pedro de Lucena y su hija Elena entregaran una casa en Andújar al padre Juan Bois, para que erigiera allí el primer monasterio de monjas mínimas del mundo. Las primeras religiosas fueron María y Francisca de Lucena, hija y sobrina (o nieta) respectivamente de don Pedro. Hay historiadores mínimos que consideran que esa fecha no es la del inicio de la rama femenina, pues no hay nada al respecto en la correspondencia entre el noble andujareño y el santo de Paula. Eso sí, puede que se tratara de la orden seglar, y que más tarde, concretamente en 1506, se redactaran las primeras reglas de la rama femenina. Cada una de las monjas recibió, además, un rosario enviado por San Francisco. Por su parte, don Pedro obtuvo del fraile mínimo varios objetos personales que, en la actualidad guardan celosamente las descendientes de aquella primeras religiosas andujareñas. En el XVII cada uno de estos conventos albergaba a unas cuarenta o cincuenta personas.

 
Relicario con objetos personales de San Francisco de Paula,
existente en el convento de Andújar (www.mínimas.org)

Como antes se ha dicho, el convento de mínimos no resistió a la Desamortización de Mendizábal. El de Jesús y María, por fortuna, ha cumplido holgadamente su quinto centenario. Sin embargo, cabe recordar hoy que todo ello no hubiera sido posible sin la munificencia de don Pedro Lucena y Olid, otro andujareño olvidado que, de alguna manera, hemos recordado desde este blog.


FUENTES:

BASTÚS Y CARRERA, Vicente Joaquín; Diccionario histórico enciclopédico. Volumen IV. Barcelona, Librería de Alou hermanos, 1892.

DOMÍNGUEZ CUBERO, José, Monumentalidad de Andújar en la Modernidad. Andújar, Ayuntamiento, 1985.

FIORINI MOROSINI, Giuseppe; San Francisco de Paula. Vida, personalidad, obra. Sevilla, Delegación General de los Mínimos, 2007.

GONZÁLEZ DÁVILA, Gil; Teatro eclesiástico de las iglesias metropolitanas y catedrales de los reinos de las dos Castillas. Tomo I. Madrid, Imprenta de Francisco Martínez, 1645.

MONTOYA, Fray Lucas de, Crónica General de la Orden de los Mínimos de San Francisco de Paula. Madrid, Bernardino de Guzmán, 1619.

MORALES, Juan de; Epítome de la fundación de la provincia del Andalucía de la Orden de los Mínimos del glorioso patriarca San Francisco de Paula. Málaga, Juan Rene, 1619.





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